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¿SE ACABÓ EL EFECTO MIEDO?



Conducir bajo los efectos de las drogas: 6 puntos y 6.000 euros. Instalar inhibidores de radar: 6 puntos y 1.000 euros. Conducir sin el cinturón de seguridad abrochado: 3 puntos y 200 euros. A tenor de las estadísticas, la entrada del permiso de conducir por puntos ha sido todo un éxito. Bajo la en ocasiones discutida dirección de Pere Navarro, la DGT pasó de contabilizar 5.000 muertos al año por accidente de tráfico en 2004 a poco más de 2.000 en 2012. 

Resulta obvio que hay otra serie de circunstancias que ha contribuido, algunas de manera seguramente notable, a tan feliz logro: la obligatoriedad de instalar ESP en los coches nuevos, sus mejoras en seguridad activa, la labor de bomberos y médicos... Pero al margen de todo eso, es justo destacar el permiso por puntos y esa cultura del miedo que trajo consigo como piedras angulares de la drástica reducción de víctimas mortales. Una ley con sus puntos discutibles: por ejemplo ir a 82 km/h por una carretera limitada a 50 km/h tiene la misma sanción de puntos  -cuatro-  que dar marcha atrás en la autovía, por ejemplo.

Luego está el bien documentado afán recaudatorio que ha sufrido en conductor. Nada tengo en contra de un coche camuflado en una zona de travesía, pero sí contra los escondidos en zonas de reducciones bruscas de velocidad  -en las autovías y sus accesos no son infrecuentes-  o en puntos kilométricos de esos con una limitación de velocidad del año de la tos que, tras 3 modificaciones del trazado y dos ensanchamientos de la vía, siguen ahí perennes. Máxime cuando en España andamos bastante sobrados de puntos negros donde quizá estarían mejor ubicados esos radares trampa. Pero seamos buenos, pues con sus luces y sombras, los resultados están ahí.


Sin embargo este año se cerrará, tras más de una década, con más muertos en la carretera que el año anterior. Ojalá pudiera decirse que es una excepción puntual en una trayectoria inmaculada, pero la verdad es que viene a confirmar dos cosas: el cambio de tendencia que se venía atisbando desde hace un par de años y que el miedo a perder los puntos, al radar escondido y a la administración tenía un efecto limitado. Quién lo iba a decir...

Cuando concluya el año, supongo, se buscarán explicaciones: quizá un año más lluvioso, un mantenimiento más deficiente por la caída de poder adquisitivo... razones que seguramente serán ciertas, pero que nos distraerán de la verdadera laguna de los conductores y conductoras españolas: la falta de una educación vial de calidad. No hablo de fomentar una mayor empatía entre conductores o el respeto al coche que circula al lado  -para eso nos quedan décadas-  sino de cosas tan elementales como utilizar correctamente una rotonda, dar adecuadamente las luces largas y cortas, realizar una frenada de emergencia o conocer los fundamentos más elementales de una conducción eficiente.


Hace mucho tiempo que diferentes asociaciones vienen denunciando que a los conductores se les prepara para aprobar un examen, no para conducir con garantías. El examen se deja sin evaluar circunstancias críticas: conducir de noche, conducir por vías nacionales y secundarias  -con suerte te sacan unos kilómetros por una circunvalación-  o en un día de lluvia fuerte. Tampoco se enseña a afrontar una autovía anegada de charcos, o por nieve, situaciones que se pueden simular fácilmente en un entorno controlado. Al final, salimos a la calle con poco más que una mano delante y otra detrás, agradecidos a nuestros padres y madres  -los que tuviéramos esa suerte-  por las "clases" en el parking desierto, en la carretera del pueblo o en la finca. Arriesgándose a un multazo de órdago.

Acojonar al conductor funcionó y muy bien, sí, pero sólo durante algún tiempo. Donde no llegará la coerción, lo haría seguro la educación. Dos frentes estos que debieron abrirse simultáneamente para luchar mas eficientemente contra el sinsentido de morir al volante. Nunca es tarde para ponerse a ello.

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