LA REINA MICHÈLE (parte I)
Siempre me ha llamado poderosamente la atención que, en esta época en la que el necesario feminismo ya ha llegado para quedarse, apenas ninguna chica sepa quién es Michèle Mouton, cuando tienen en ella el ejemplo más increíble de una mujer superando a los hombres en su propio terreno, cristalina demostración de que el talento no hace distinciones. En la época más complicada de los rallies, Moutón aupó al sexo femenino a lo más alto de un mundo aún hoy puramente masculino: el de los rallies de más alto nivel.
No creáis que exagero: fueron tales sus logros que Michèle no pudo marcar un antes y un después, porque ni antes ni después de ella ha habido un caso que se le aproxime. Ni siquiera las muy habilidosas Danica Patrick o Jutta Kleinschmidt, que tanto han destacado en sus disciplinas, llegan en mi opinión al nivel de excelencia de Mouton, una piloto excepcional. Esta es su historia.
La mejor volantista de la historia nació un 23 de junio de 1951 en Grasse, Francia, una localidad conocida por la elaboración de perfumes, aunque la essence -en francés, gasolina- que más le interesaba a Michèle era otra un poco más inflamable. Fue su padre, un importante empresario de seguros y aficionado a los rallies, el que le metió el gusanillo de la competición. Antes de liarse la manta a la cabeza y tirarse a los tramos, fue una chica normal que estudió durante algún tiempo la carrera de derecho, trabajó como auxiliar de enfermera y posteriormente en la empresa familiar. Disfrutaba mucho esquiando y tenía cierto nivel, lo cual ya era indicativo -aunque ella no lo supiera aún- de que lo suyo era la velocidad y deslizarse de lado. Se percató de ello cuando un amigo, Jean Taibi, le pidió que entrenase con el para Tour de Corse del '72.
Resuelta a cambiar la silla de oficina por el baquet, en cuanto pudo se hizo copiloto, tiempo en el que se empapó bien de todo lo relativo a los rallies. Se sentó a la derecha del ya mencionado Taibi en el Tour de Corse del año siguiente, siendo esa su primera participación en el WRC. Sin embargo llegó un día en que el cuaderno se le hacía poco y dio el paso más importante de su carrera: ponerse detrás de un volante.
El haber nacido en el seno de una familia acomodada permitió a Michèle recibir de su padre un regalo muy especial: un Alpine A110 1.6 con el que se iniciaría en el nacional francés, del que sería campeona del grupo 3 en 1974. No me quiero imaginar la cara de los pilotos franceses de la época al ver a esas dos jóvenes, Mouton y su copiloto Conconi, descorchar el champán en lo más alto del podio. Huelga decir que también se harían con el Campeonato femenino de Francia y de Europa, pero en lo sucesivo ignoraremos los títulos de categoría femenina pues nombrarlos sería tan innecesario como decir que Rafa Nadal fue campeón del trofeo de tenis de Manacor. El sitio de Michèle Mouton está, como veremos más tarde, junto a los otros extraterrestres de la época: Rohrl, Blomqvist, Vatanen, Mikkola, Alen...
Su primera gran victoria internacional fue en nuestro país, en el RACE del '77, donde consiguió el triunfo con un Porsche RS. Ese mismo año y con ese mismo coche quedaría subcampeona del Tour de France Automobile -un campeonato francés que acabaría integrándose en el Campeonato de Europa- por detrás de Bernard Darniche, un piloto que no es recordado por ser manco precisamente. Esta victoria atrajo irremediablemente la atención de todo el mundo y el año siguiente se convertiría en piloto oficial de Fiat Francia.
Debutó ese año con un Lancia Stratos en el siempre complicadísimo Montecarlo, donde se permitió levantarle dos scratches al mismísimo Walter Rohrl. El resto de la temporada condujo un Fiat 131 Abarth, del cual dijo que "se conducía más como un camión que como un coche" y que era "terrible de conducir". Aún así se las apañó esa temporada para ganar en 1978 el Tour de France Automobile que se le había resistido el año anterior. Al año siguiente fue subcampeona de rallies de Francia con un Porsche 911 SC tras Bernard Béguin. El salto al campeonato del mundo de semejante talento de tan talentosa piloto era ya inminente.
Como en casi todas las historias, la suerte también tuvo su cuota de protagonismo, y en el caso de Michèle fue cruzarse en el camino de Audi. El fabricante alemán, decidido a entrar en el Campeonato del Mundo de Rallies, fichó a Hannu Mikkola y a Michèle Mouton, en una maniobra no exenta de interés por atraer la atención de los medios. Se dice que, antes de firmar el contrato, la piloto preguntó al jefe de equipo si la quería contratar como piloto o como mujer. Le respondieron que la contrataban como piloto, a lo que Michèlle respondió algo así como: "Bueno, en ese caso firmaré". Prueba de que la francesa no iba escasa de personalidad.
Con el tiempo, muy al contrario de lo que sucede en ocasiones en la actualidad, quedaría claro que la decisión también estaba apoyada en criterios deportivos.
En 1980, con el Audi Quattro S1 aún por homologar -sólo podía participar como coche cero- tanto Mikkola como Mouton se dedicaron a poner a punto el coche de cara a su entrada oficial en 1981. El coche era totalmente novedoso: potencia desmedida para lo que se estilaba, peso elevado y la tracción integral Quattro con la que Audi se haría famosa. En los primeros tests, Michèle tenia muchos problemas con el subviraje, seguramente culpa del pesado motor pentacilíndrico y el tarado de los diferenciales, aún sin configurar correctamente. Los consejos que Mikkola le dio a Mouton acerca de las técnicas de frenado con el pie izquierdo no sólo la hicieron sentirse más cómoda con el Audi, sino que demostró tener un particular talento sobre superficies deslizantes...
(Continuará...)
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