Confieso que no veo mucho la tele, por lo que seguramente esté sacando como nuevo un tema ya muy manoseado. Me refiero al porro, las gafas, el bolígrafo y la canción de la DGT, esos que llaman los más caros del mundo y que vienen a ser los pilares en torno a los que gira la campaña de Tráfico para concienciarnos de la importancia de mantener la máxima atención al volante y evitar cualquier tipo de distracción.
Los anuncios seguro que ya los conocéis: un conductor o conductora se dispone a coger alguno de los citados objetos, despistándose y sufriendo un accidente, dejando claras, alguno diría que de manera morbosa, las horribles consecuencias que supone perder la vida o quedar gravemente lesionado.
El fondo de la cuestión es, sin lugar a dudas, de importancia capital y real como la vida misma, porque es un hecho que las distracciones son -y me temo que serán- una inagotable fuente de accidentes de tráfico. Las formas o el gusto con el que nos meten por los ojos este tipo de campañas ya son otro tema que queda a la libre valoración de cada uno, aunque creo que no somos pocos los que coincidimos en que, tanto en esta ocasión como en otras -recuerdo especialmente aquel spot llamado "En un segundo te cambia la vida"- a la DGT se le va un poco la mano.
Tanto impacto quiere causar la DGT, que en mi caso lo que consigue es aborrecimiento y el tema central del asunto, los despistes, quedan relevados a un segundo plano. De hecho, tras ver un par de ellos, automáticamente los ignoro en cuanto veo el primer fotograma, tal es el rechazo que me producen. Y es que una cosa es remover conciencias y otra muy diferente acojonar y traumatizar a la gente.
Estaría bien que la DGT, aunque sólo sea para variar un poquito, cambie de estrategia y apueste un poco más por la vía constructiva. Por ejemplo, en vez de deleitarnos la vista con imágenes de una chica que se desangra por sus orificios tras despistarse poniendo la radio, podrían explicar los beneficios de los volantes multifunción, animando no solo a usarlos y a aprenderse sus funciones sin mirar, sino a adquirirlos en coches nuevos que no los incorporan de serie.
Lo mismo podría hacerse con las gafas, el boli o el chaleco reflectante. ¿Qué tal si, tras la pertinente carnicería e imágenes de familiares sufriendo en vivo añadimos algunas ideas, consejos o sugerencias sobre dónde llevar el chaleco para que no moleste pero esté a mano, o dónde guardar las gafas para que podamos cogerlas sin caer en distracciones?
Me temo que el problema es un viejo conocido de este país: el corto plazo. El multazo y la amenaza funcionan mucho mejor de hoy para mañana y los resultados son notablemente más rápidos que con educación, por eso el dinero se va en radares, helicóptero Pegasus y demás artilugios, en lugar de herramientas educativas tan sencillas como un folleto o tan complicadas como un curso de conducción.
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