Siempre he pensado que el único coche de competición que tendría para mí y me haría feliz sería un WRC. El modelo concreto fue variando según la edad: primero fue el Corolla WRC, con esos colores de Castrol como los que llevaba el Supra del JGTC. Cuando los japoneses abandonaron la disciplina, me pase al Focus WRC de Martini. El Xsara WRC -¿queda ya claro a quién idolatraba?- también tuvo su momento y hoy siento debilidad por el Fiesta.
Sin embargo, ver a la gente de Autoblog en este viejo reportaje pornerse a los mando del ex Fiesta de Latvala y utilizarlo como si un Ford cualquiera se tratase me ha quitado un poco la ilusión. Primero porque no creo que los vecinos de mi barrio aguantasen el sonido -porque no es ruido, es sonido- del apocalípsis desatándose cada vez que intentase ir a algún lado. El no poder oir música o la radio no me supondrían ningún problema, pero el no poder comunicarme con mi "copiloto" ya es más incómodo.
Ni el setup de tierra ni el de asfalto parecen capaces de dar la comodidad de un Citroën C6, y la ausencia de diferencial central -se reparte de manera fija a ambos ejes a la salida de la caja de cambios- me temo que haría un pelín bruscas las maniobras de aparcamiento. Y eso sin contar con el embrague, que seguro que no es el más simpático del mundo.
Mejor veis a la chica de Autoblog sufriendo -bendita penitencia, la suya- sufriendo los avatares propios de una máquina áspera y brutal.
Contenido extra
Aprovecho la ocasión para mostrar este interesante documento gráfico sobre la fabricación y montaje de un WRC. Los chicos de Pole Position visitan las entrañas de M-Sport en Cumbria.
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