Tiene el capó largo y el volante retrasado. Silueta coupé de verdad y apariencia agresiva. Motor bóxer de dos litros, 200 CV y atmosférico, de mantenimiento asequible. Es
bajito, pesa relativamente poco y el cambio es manual. Ah, y tiene la tracción
donde dicen que deben tenerla los deportivos de verdad.
Viene de Japón -donde la cultura automovilística no surgió
anteayer- cuesta unos 30.000 € y lo fabrican a pachas Toyota y Subaru. Se llama GT86 en honor a sus antepasados
y viene a demostrar que, aunque domine como nadie los híbridos y la ecología,
Toyota aún sabe hacer coches de los que, literalmente, ya no quedan.
La herencia de un glorioso pasado
Para conocer a sus antepasados más directos, los AE86, nada
mejor que desempolvar los conocimientos adquiridos gracias a las distintas
generaciones de Gran Turismo. ¿Recordáis aquellos Corolla Levin y Sprinter
Trueno que tenían más pinta de cafetera que de otra cosa y de los que había
versiones indistinguibles unas de otras? Pues de ahí viene nuestro GT86. En Japón -en realidad, en todo el mundo- los amantes del motor le tienen verdadera
devoción al AE86, es uno de los coches más importantes en la cultura JDM.
En España no lo llegamos a ver, aunque al mercado canario, donde a veces van un
poco por libre, sí que disfrutaron de algunas unidades. Los “hachi roku” eran coches impecables por dentro, muy
equipados para la época, un chasis con una puesta a punto muy fina y un motor
de 130 CV -4A GE- al que le gustaba subir de vueltas. Los
entendidos dicen que, más allá de números y prestaciones, lo importante eran
las emociones al volante de un AE86. Os recomiendo encarecidamente este artículo de 8000vueltas, donde tenéis una barbaridad de información sobre esta exitosa familia.
Vistos muy brevemente los antepasados de los que bebe el GT86
actual, vamos a encararnos con el protagonista, al que veo venir de lejos
vestido de rojo kyuzo. Respecto a un
coche al uso, el GT86 mete el primer gol en cuanto te acercas a él porque no es
un compacto-normal-pero-vitaminado. Me
refiero a que no es un Astra con motor gordo y kit estético. No es un Golf GTI,
que por mucho coche que sea -y es- ,
sigue derivando de un compacto corriente. Cuando te das cuenta de que le sacas medio metro, que sus proporciones no son las habituales y que el volante está
en mitad del coche y no antes, aprecias que no es un “deportivo” de esos que
abundan.
Aún no tengo claro si me impresiona más o menos de lo que
esperaba. Cuando lo veía acercarse, tan bajo comparado con los demás, sin esas
desproporcionadas llantas que se estilan, casi deja un poco frío, quizá porque he
leído tantísimo sobre él que me había creado unas expectativas exageradas.
Luego, a medida que lo recorría -lo
miraba y tocaba casi como Nicolas Cage al GT500 en la película “60
segundos”- dichas expectativas empezaban a cumplirse: esa
mirada tan agresiva, ese capó largo y horizontal marcado por los pasos de
rueda… Parece mentira que un Prius provenga mismo fabricante, lo que habla
mucho y muy bien de Toyota.
Habrá a quién no le guste, quien lo vea atractivo y quien,
como yo, lo vea precioso. Tiene rasgos de coupé deportivo clásico -luego oyes que el Scirocco es un coupé y te da la risa floja- , como esos cuartos traseros tan musculosos, el pilar A tan retrasado o la caída del techo. La zaga, con esos faros tan
llamativos me parece fantástica, de lo más bonito del coche en mi opinión. La guinda
la ponen las notables salidas de escape, dos "cañones" custodiando el difusor en negro que crea ese bonito contraste.
Como todo, tiene pegas. A mí por ejemplo no me atrae el
diseño de las llantas. Estas, de 17”, llenan bien los pasos de rueda y me
parecen perfectas para sus prestaciones, aunque confieso que, bien bajando un
poco las suspensiones o bien poniendo una medida más, la estética parece quedar un
puntito más conseguida. Otro aspecto que genera desencuentros es el alerón, que a mí
no me disgusta en absoluto, pero algunos modelos con alerón en cola de
pato -o incluso sin nada- son realmente atractivos.
Por lo demás, el coche está lleno de detallitos para los más observadores y apasionados: el logotipo propio, formado por dos pistones opuestos -clara alusión a la arquitectura del motor- y un 86 en el centro. Curiosamente, el mismo número que encontramos en la ficha técnica si miramos el diámetro y la carrera -86x86 mm- o el diámetro de las salidas de escape. También podemos ver como se repite ese diseño que tiene la luz de marcha atrás y la antiniebla trasera -una especie de T- en otros puntos del coche como el salpicadero. Extravagancias propias de los coches con carácter e historia.
Por lo demás, el coche está lleno de detallitos para los más observadores y apasionados: el logotipo propio, formado por dos pistones opuestos -clara alusión a la arquitectura del motor- y un 86 en el centro. Curiosamente, el mismo número que encontramos en la ficha técnica si miramos el diámetro y la carrera -86x86 mm- o el diámetro de las salidas de escape. También podemos ver como se repite ese diseño que tiene la luz de marcha atrás y la antiniebla trasera -una especie de T- en otros puntos del coche como el salpicadero. Extravagancias propias de los coches con carácter e historia.
A bordo GT86
Me he cansado de leer impresiones negativas del interior,
hasta el punto de que esperaba encontrarme el salpicadero de un Seat Marbella.
Lo cierto es que si uno ve y palpa el salpicadero e inmediatamente piensa en
los 30.000 euros desembolsados, se puede quedar un poco frío, pero lo cierto es que esos cinco kilos que cuesta se han invertido en otras cosas más
provechosas -según para quien,
claro- . De todos modos, y reconociendo que es algo simplote, para mí es un habitáculo
perfectamente válido. No solo eso, diría que está bien.
La parte superior del salpicadero es del típico material blando y agradable, así como las puertas o los apoyos para las rodillas que sobresalen a ambos lados de la consola central. El resto, plástico duro que cumple adecuadamente. No noté ningún filo incómodo o parte cortante, ni toqué algo poco sólido, ni oí ningún grillo. Tampoco recuerdo ver desde el interior chapa roja al descubierto, cosa que siempre me ha resultado nimia y absurda pero que los medios utilizan con frecuencia para criticar negativamente un habitáculo.
La parte superior del salpicadero es del típico material blando y agradable, así como las puertas o los apoyos para las rodillas que sobresalen a ambos lados de la consola central. El resto, plástico duro que cumple adecuadamente. No noté ningún filo incómodo o parte cortante, ni toqué algo poco sólido, ni oí ningún grillo. Tampoco recuerdo ver desde el interior chapa roja al descubierto, cosa que siempre me ha resultado nimia y absurda pero que los medios utilizan con frecuencia para criticar negativamente un habitáculo.
Cierto es que flojea en varios puntos, como en el embellecedor
que recorre el salpicadero a la altura de la pantalla multimedia, que suena
hueco al tocarlo. Más me sorprendió el volante, de menos calidad de la que uno
espera encontrar en un coche que prima la conducción, aunque su tamaño -pequeño- y grosor sean en mi opinión estupendos.
Si perdonamos los materiales del volante, el habitáculo está hecho a la medida del conductor: es el primer coche al que me subo que puede prescindir -y así lo hace- de mandos en el volante porque todo queda realmente a mano, accesible sin tener que separarse ni un poco del asiento. Mención especial para ese pomo del cambio que está a un miserable palmo del volante, pidiendo guerra.
Si perdonamos los materiales del volante, el habitáculo está hecho a la medida del conductor: es el primer coche al que me subo que puede prescindir -y así lo hace- de mandos en el volante porque todo queda realmente a mano, accesible sin tener que separarse ni un poco del asiento. Mención especial para ese pomo del cambio que está a un miserable palmo del volante, pidiendo guerra.
Los asientos, opcionales en el Toyota que nos ocupa,
combinan piel y alcántara. En ellos vas embutido -que no agobiado- , perfectamente sujeto y en una posición de conducción probablemente
perfecta, con el culo bien cerca del asfalto, las piernas estiradas y el
volante vertical. Estas caracteristicas están peleadas con la accesibilidad: subirse se hace un poco más complicado de lo habitual y prepárate para retorcerte si has aparcado pegado a una acera. A su favor diré que bajarse del GT86 no es una cosa que se quiera hacer a menudo.
Entrando en el aspecto práctico, el GT86 es un 2+2 sobre el
papel, un 2+1 en la vida real y un biplaza con maletero decente el 95% del
tiempo. Me explico: Toyota dice que puedes llevar 4 pasajeros, pero para que
puedan meter las piernas hay que correr los asientos delanteros para adelante. En el caso del copiloto el
problema no va mas allá de una incomodidad más o menos leve, pero al conductor
le hace ir ciertamente molesto por el volante, por eso lo más recomendable es llevar atrás
solo a uno y detrás del acompañante.
El resto del tiempo, la parte trasera hará de extensión del
maletero, que pese a ser aprovechable es modesto: 240 litros. Abatiendo los
asientos queda un espacio muy decente que yo creo que a la mayoría nos sobra.
El piso queda plano y las formas son bastante regulares. Donde debería llevar
una rueda hay un kit reparapinchazos.
El plato fuerte lo dejaremos para la segunda parte -probablemente haya que hacer también una tercera- donde pondremos en marcha esos cuatro cilindros opuestos y aprenderemos, de la mano de Abel, su orgulloso propietario, de que va este Toyota. Sirva como adelanto que en mi habitación ya hay una hucha en cuya tapa se lee: GT86, no abrir.
El plato fuerte lo dejaremos para la segunda parte -probablemente haya que hacer también una tercera- donde pondremos en marcha esos cuatro cilindros opuestos y aprenderemos, de la mano de Abel, su orgulloso propietario, de que va este Toyota. Sirva como adelanto que en mi habitación ya hay una hucha en cuya tapa se lee: GT86, no abrir.
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