El Dakar 2014 está a punto de dar comienzo en Rosario,
Argentina. Será, si no me fallan las cuentas, la sexta edición disputada sobre
suelo americano desde que en 2009 las amenzas de terrorismo obligaran a la
famosa caravana a buscar zonas más seguras pero igual de inhóspitas.
Leo por ahí que esta edición se espera especialmente dura
por la longitud, sensiblemente aumentada este año para poner aún más a prueba
la resistencia de máquinas y pilotos. Precisamente de estos últimos estaba
investigando un poco cuando me encontré con una historia de las que hicieron
grande al Dakar: la de los hermanos Marreau.
El Dakar de finales de los ’70 y principios de los ’80 se
parecía al actual lo mismo que un silbato a un alargador: aquello era aventura de verdad, no la de “si me da una lipotimia me recoge el helicóptero”.
Si partías una suspensión, más te valía apañarte con una eslinga y un pedrusco
o al menos estar cerca del resto de la caravana. Que se lo pregunten al
hijo de Margaret Tatcher, que se pasó tres días de risas por el desierto.
Los grandes dominadores eran poderosos Range Rover y Mercedes Clase G, generalmente en manos de gente con
pasta: expilotos como Jacky Ickx, René Metge, miembros de la aristocracia… hasta que en 1984 Porsche decidiera inscribir un 959 preparado hasta los dientes. A partir de entonces, todo han sido grandes
equipos: los eternos Mitsubishi, Peugeot con el potente 205 T16 y el
posterior -y terrible- 405 T16, Citroën con esa suerte de coche-avión
llamada ZX Rally Raid…
Antes de todo eso, como decía, cada coche
libraba la batalla por su cuenta sin una gran estructura detrás. En eso
destacaron y mucho los hermanos Marreau.
Claude y Bernard, franceses -no podía ser de otra forma- que además de pilotar como Dios manda, eran unos mecánicos cojonudos. Con mucha maña e ingenio, se inscribieron en el Dakar del `79 con un Renault 4, cuatrolatas para los amigos, con un par de “retoques” como la tracción 4x4 del entonces especialista Sinpar, chasis muy reforzado, elementos sacados del R5 Alpine del que hablamos el otro día… aunque quizá la más impactante sea la línea de escape recorriendo el techo -silenciador incluído- de la que he leído dos teorías: que era para aumentar la capacidad de vadeo -hasta donde yo sé, lo que importa ahí es la admisión- y que era para que no entrase arena -tampoco me encaja mucho- . Si alguien puede arrojar algo de luz al asunto, bienvenido sea.
Renault 4 Sinpar. Paris-Dakar 1979 &1980 por motormania
En esa ocasión, les
fréres Marreau terminaron quintos… en una clasificación que incluía coches
y motos. Quitando a estas últimas, hubieran ocupado el segundo puesto.
¡Segundos en un cuatro latas! En el ’81 aún fueron capaces de luchar con los
Volkswagen Iltis y terminar en una igualmente brillante tercera posición.
Contentos con el resultado pero motivados por su ambición,
cambiaron el Renault 4 por un más competitivo Renault 20 -a mis ojos, espectacular- bien pertrechado con lo habitual para
atravesar África: tracción total, muchos refuerzos, suspensiones trabajadas…
Propulsado por un motor 1.6 turbo de unos 130 CV, la experiencia adquirida y su
gran habilidad mecánica les servió para hacer de un coche totalmente concebido
para el asfalto en una máquina ganadora, que sería la primera en bordear el
Lago Rosa en el Dakar de 1982.
El espíritu de los hermanos Marreau aún se puede encontrar
hoy en muchos participantes que se enfrentan al reto del Dakar, aunque ya nunca
podrán protagonizar gestas como la de estos dos franceses: ni siquiera gente
con cierto presupuesto y coche a la altura son capaces de hacer frente a los
poderosos equipos que cada cierto tiempo desembarcan en la prueba: Volkswagen y
los Touareg, MINI en la actualidad… poco se puede hacer contra ellos. Quizá por
eso de ponerse siempre al lado del más débil suelo apoyar a pilotos que, sin
contar para nada con un equipo humilde, salen a saltar dunas por libre: Guerlain
Chicherit, Carlos Sousa o incluso el loco ese de Robby Gordon que aún piensa
que el Dakar es como la Baja California.
Ojalá este año den espectáculo y
cuenten con la suerte necesaria para tocar las narices a los de arriba…
Contenido extra
Para el que tenga tiempo y le gusten estas cosas... ¡una horaza de Dakar del bueno!
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Para el que tenga tiempo y le gusten estas cosas... ¡una horaza de Dakar del bueno!
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