Tarde soleada de verano. Llego un poco tarde a la cita, donde supuestamente me espera el Mégane para conocernos mutuamente. Efectivamente, ahí está la máquina. Me acerco despacio a él, disfrutando de su bonita estampa trasera. Rápidamente aparece Campi, el dueño del taller y del coche, con sus andares vivos y su sonrisa traviesa que hace juego con el coche. Charlamos un poco, no mucho porque tiene trabajo y me invita a sentarme. Lo hago y apenas toco los reglajes del asiento porque es fácil sentirse a gusto. Piso el freno, pulso el botón y el Mégane cobra vida.
Suele
pasar cuando conduces un coche que mola
y que no es tuyo que lo ves todo mucho más cerca y piensas que lo vas a golpear
contra algo. Y en el Mégane Coupé, donde mirando hacia atrás ves lo mismo que
de cara a una pared, el problema se acentúa. Afortunadamente logro salir de
allí sin sobresaltos -primer detalle: el
embrague es muy burgués, quizá demasiado-
y me pongo en marcha.
Discreto…
Los
primeros kilómetros -a ritmo muy
tranquilo, el motor ya tiene temperatura pero me curo en salud- me descolocan. ¿Qué demonios hay detrás del
salpicadero? Apenas oigo nada. Si no fuera porque no noto vibraciones, podría
haber, que se yo, un 0.9 tricilíndrico. Bueno, por las vibraciones y porque si
le piso en quinta sale como un 100 CV en tercera.
Como
tengo que hacer primero un recado, aprovecho para ir en plan dominguero. Noto
las tres primeras velocidades tirando a cortas, o al menos con unos desarrollos
que permiten sacar partido al motor. La cuarta, quinta y sexta son más largas y
dejan ver en el ordenador de a bordo cifras de consumo razonables de las
que hablaremos después.
A ritmo
tranquilo el Mégane es, por comodidad, casi como otro Mégane normal. Lleva
tarados más duros, claro, pero la suspensión no es seca ni agita a los
ocupantes, aunque sí que me pareció que filtra al habitáculo alguna irregularidad
propia del asfalto en mal estado, como desgastes o parches. Es un aspecto que
rara vez me parece molesto, aunque a otras personas sí que les resulta incómodo
que el coche “copie” la carretera.
... y atrevido
Una vez
vista su faceta de “coche tranquilo”, me dirijo a una carretera apartada y
serpenteante para descubrir el lado más salvaje del Mégane. Y cómo no -reconozco que soy público fácil- , me conquista. El motor es progresivo pero
contundente, y te pega al asiento en todo el rango de revoluciones. Uno espera
de un motor turbo unos bajos notables, una zona media brillante y una parte
alta del cuentavueltas en la que se va desinflando. El 2.0 TCe cumple las tres
premisas: recupera de maravilla desde bien abajo, es demoledor en torno a las cuatro
mil vueltas y el brío se le va apagando -pero sin dramas- cuando la aguja supera las
5.500.
Leo en
algún sitio que al motor le falta un puntito, pero las cifras oficiales dicen
que es menos de un segundo más lento en el 0-100 que el Golf GTI -que tiene 30 CV más- y para hacer el kilómetro desde parado emplea
apenas un segundo más que este. A mí no me ha parecido que le falte nada,
salvo quizá un poco más de rabia cerca de la zona roja -bueno, amarilla en este caso- , pero lo compensa con
creces en su zona preferida, la intermedia. Es bastante progresivo y quizá por eso engaña un
poco porque correr, corre como para pasarte varios pueblos y una farmacia.
Como
decía, donde más cómodo va el motor es rango medio de revoluciones y hasta
5.500 vueltas, donde entrega sus 180 CV
-a solo 2.200 ya usa todo su par, 300NM nada menos- . El discreto sonido
de su motor, deseable para el día a día, se vuelve aquí un pequeño
inconveniente, porque no seduce ni invita a ir más lejos. Seguro que más de uno
recurre a alguna solución aftermarket para embrutecer al Mégane en este
sentido.
La
suspensión me pareció muy buena, apenas permite al coche cabecear ni
balancearse cuando se va rápido. No es rebotona, el coche pisa muy bien y no hace un
feo en frenadas comprometidas. Es claramente subvirador, como no podía ser de
otra forma, y para sacar de su sitio al eje trasero hay que buscarlo
intencionadamente, y aun con esas el ESP te corta en seco. Por pedir, no
hubiera estado mal un poco más de agilidad, quizá afectada por los neumáticos
en medida 235 –unos Bridgestone Potenza RE050 que me parecieron notables- que montaba la unidad. Nada malo que decir de
los frenos, que se dosifican muy bien y llevan a cabo su trabajo con mucha
solvencia.
La
dirección, como casi todo, también me gustó. Muy asistida a la hora de hacer
maniobras y bastante dura y directa cuando se gana velocidad. Hace muy fácil
meter al coche en las curvas e informa razonablemente bien. El cambio también
está a la altura. Campi, su dueño, me comentó que a él no le gustaba
especialmente el cambio, pero yo lo encontré agradable en uso cotidiano y suficientemente
bueno al darle caña. Los recorridos tal vez no sean lo bastante cortos y marcados.
Le falta el toque final de precisión,
pero insisto que esto es siendo sibaritas
-que yo esté acostumbrado a un cambio bastante malillo seguramente
influya también- .
Acabemos con el capítulo de consumos: aquí el Mégane no destaca. Homologa 7,6 litros de media y Campi me cuenta que, por autopista sin pasar de 120 km/h, de 9 litros no le bajas. Por carretera nacional depende de lo que pese el pie, y con un motor tan gratificante entre las 3.000 y las 5.000 vueltas, lo normal es ver dobles dígitos en el ordenador porque aunque la cabeza te diga para, el pie se hunde un poco más. En este sentido, el TSI de VAG es superior -probablemente sea el mejor en consumo/prestaciones- . No obstante me quedé con ganas de conducirlo más para probar cuánto gasta buscando adrede un consumo bajo, si se es muy cauto con el acelerador, esa quinta y sexta pueden ayudar mucho. En el breve paseo que dí a ritmo tranquilo, llegue a ver cifras interesantes de menos de 6 litros.
Buscando
las razones de la sed de este Megáne, llego siempre a la misma conclusión: está
un poquitín gordito, 1.400 kilos escasos, y al motor le falta la inyección
directa. Este coche con 100 kg menos, 20 CV más y esa mencionada inyección
directa podría haber dado más guerra al Golf GTI VII por el precio de un Golf
TSI.
La fuerte apuesta de Renault
Un
Mégane como este, en versión Dynamique, tiene un precio final, descuentos
incluidos, de 21.310 €. Está notablemente equipado, de hecho es tan completo que
no voy a ennumerar la lista porque es demasiado larga y para eso está el
configurador de la marca, aunque habrá ligeras variaciones en la versión retocada
de 2010. Este además equipa prácticamente todos los extras: faros bi-xenon
(850€), radar de proximidad trasero (pack confort: 489€), techo panorámico fijo
(573€), plug&music (338€)… el resto, desde el climatizador bizona hasta el
regulador y limitador de velocidad, pasando por las llantas de 17”, encendido
automático de luces, el chasis Sport y el generoso equipamiento de seguridad
habitual de Renaul, son de serie.
Ahora
las odiosas comparaciones: un Golf VII TSI 160 CV Sport con un equipamiento
similar cuesta -costaba, más bien- algo más de 25.000 €. El motor es de
rendimiento bastante parecido y por dentro está un escalón por encima, pero
poniendo en un lado de la balanza el Golf y en el otro el Mégane con, pongamos,
3.000€ para gastar en gasolina… es cuando menos para pensárselo. Si pasamos del Golf y miramos el
Scirocco, que tiene una imágen más dinámica que el Golf, la cosa tampoco mejora. El
León ya era otro tema: de precio similar y nivel de equipamiento también parejo, era
una alternativa muy a tener en cuenta, aunque eso sí, sus 160 CV venían no del
moderno 1.4 TSI sino del anterior 1.8. En Citroën es complicado:
el C4 dificilmente se puede considerar una alternativa porque el THP de 155 CV
va ligado al sospechoso cambio CMP y si saltamos al DS4 hay que ir al THP 200
CV, cuyo precio se dispara. Si optamos por un Focus, saldrá unos 2.000€
más barato, pero también lleva un motor menos capaz de 150 CV y está ligeramente
menos equipado. Luego están las opciones japonesas, alguna coreana... Hay mucho donde mirar, pero el Mégane está claramente entre los mejor posicionados. Solo hay que mirar las ventas: tanta gente no puede estar equivocada.
Rápido, cómodo y a la vez firme, adecuado tacto deportivo, bien equipado, precio competitivo… Resulta obvio que este Mégane me ha gustado mucho y durante unos días me ha hecho replantearme mis creencias -como ya hizo el Golf GTI- en lo tocante a los motores turbocomprimidos. Pese a mi predilección por todo lo atmosférico, la sobrealimentación te acaba enamorando, te lleva al lado oscuro, es inevitable. Lo pensaba cuando al volver a casa conducía un asmático 1.6 sin artificios: "Mierda!" -me decía a mí mismo- . "Tenía que habérselo devuelto pero sin el turbo”.
PD: Muchísimas gracias a Campi, amigo, propietario y afortunadamente para mí, buen amante de los coches. ¡Sin duda le debo un favor y alguna que otra copa!
Galería de fotos
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Gracias muy buen reportaje !
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