PRUEBA: CHRYSLER SARATOGA LE 3.0 V6 (parte 2)



Pusimos fin a la primera parte conmigo sentado ante el volante de un Chrysler Saratoga. Típico coche americano  -con lo bueno y lo malo que eso conlleva- que me está sorprendiendo gratamente: es espacioso, es cómodo, tiene elementos de equipamiento realmente sorprendentes como control de crucero o reglajes eléctricos para el asiento del conductor… Y el diseño, que te guste o no, vale para fardar un buen rato. No es que sea bonito en sentido estricto  -al menos no casa con el gusto europeo-  pero con ese porte elegante, ese halo de coche grande yankee… es de lo más resultón. Tiene atractivo, sin duda.

Quise echarle un vistazo al vano motor antes de conducirlo. Tanto a Nefer como a mí nos costó acceder un poco a él  -más por manazas que por complejidad del mecanismo- . Una vez abierto, veo el V6 de tres litros con culata de 12 válvulas monoárbol, de origen Mitsubishi. El 6G72  -así se llama-  entrega 141 CV a unas 5.000 rpm y una interesante par de 233 NM, disponible a eso de las 3.600 vueltas. Obtiene la potencia sin hacer trampas: no hay ni turbos ni compresores. Eso, unido a lo poco apretado que va el motor  - menos de 50 cv/litro, casi ridículo hoy día-  hace a priori a esta mecánica tan fiable como la navaja de mi abuelo.


Antes de llegar a las ruedas delanteras  -sí, has leído bien: el Saratoga es tracción delantera-  , la potencia pasa por una caja de cambios automática de tipo epicicloidal con convertidor de par. Dicho de otra manera: no esperes medir los saltos de marcha en milisegundos, es una caja de cambios tranquila. Si soy sincero, me esperaba algo más lento y desesperante, pero no. Me sorprendió su relativamente rápido accionamiento.

El cambio no tiene fama de fiable. Supongo que sucedió como con tantas otras cosas: desconocimiento de usuarios y talleres, empleo de lubricantes inadecuados, uso de tecnologías poco probadas… Porque aunque no lo parezca, el cambio tiene su aquel: dispone de una ECU para adaptar su funcionamiento al estilo de conducción.

Al volante del Saratoga

La primera en la frente: la dirección y su escaso radio de giro: “No gira ná”, constató Nefer al intentar salir de mi calle sin tener que maniobrar. Tan escueta y sincera afirmación quedó probada cuando, finalmente, hubo de dar marcha atrás para encarar mejor el giro. 

Nefer intentado abrir el capó. Luego acudí en su ayuda y empeoré las cosas...

Dejamos atrás las calles y tomamos una carretera nacional. Dimos un paseo tranquilo, que es lo que pide el Saratoga por tres razones básicamente: la primera está relacionada con el conjunto motor/cambio, que dista de ser un combinación deportiva. Y no es por falta de brío, porque no deja de ser un coche de poco más de 1.300 kg con 140 CV que tira muy bien, pero el tándem que forma con el cambio automático está claramente orientado a la comodidad, por más que responda con rotundidad a los movimientos del acelerador.

La segunda razón es la puesta a punto del chasis: va blando, muy blando de suspensión, sobre todo atrás. De esos que los empujas con la mano y botan. No sabría decir hasta qué punto se debe a los achaques de la edad  -sólo tiene 104.000 km-  o a la puesta a punto del chasis en sí, así que lo dejaremos en un fifty-fifty. Lo que es seguro es que, recién sacado del concesionario, la suspensión del Saratoga era menos firme que un puente tibetano. Se nota especialmente a ritmo elevado: el coche barquea ostensiblemente y los movimientos de cabeceo tampoco son contenidos. Al parecer, en USA no tienen las curvas que hay por aquí.


El tercer motivo por el que a este Chrysler le pega la conduccion zen atañe al consumo: hablamos de unos 12 litros de consumo mixto a un ritmo de lo más normal. Meterse a callejear entre edificios supone rondar los 15 al menor descuido y exprimir el V6 por carreteras nacionales convierte el depósito en un sumidero. Para ser un coche importado de los states, ni siquiera parece un gasto excesivo.

Se acaba el paseo y toca meter a este yankee en el garaje. No es el coche más prestacional que ha pasado por esta página, ni el más caro, ni el que más llamará la atención. No obstante, sí es el más original y uno de los más enriquecedores por la cultura americana que destila y que te hacen darte cuenta de que lo que funciona aquí, no tiene por qué hacerlo en otros continentes.

Solo lamento desconocer tanto ese mundillo americano, sus modelos más representativos o su historia. Esperemos que, con más pruebas como esta, pueda ir poco a poco subsanando esta falta de conocimientos. El Saratoga, sin duda, ha sido un brillante coche para empezar a "descubrir américa".























Mi sincero agradecimiento a Antonio Gutierrez, Nefer para los que somos sus amigos, por dedicarme su tiempo. Queda pendiente un cocktail especial donde Chusmi :)


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