Los ’90 no serán recordados con cariño por la mayoría de los
japoneses, que tras su burbuja financiera e inmobiliaria ocurrida la década
anterior estaban pagando el pato de una manera un poco parecida a la que
vivimos actualmente en España.
Pero como siempre en esta vida, es inevitable que se cuele algún rayo de luz entre tanta nube oscura. Tres rayos, para ser exactos: el Honda NSX, el Nissan
Skyline y el Toyota Supra. Deportivos que se batieron el cobre en una gran
época para el automovilismo nipón cuya máxima expresión fue el JGTC -campeonato de gran turismo japonés- . Hoy
abordaremos la historia del primero de ellos.
Plasmar el éxito sobre cuatro ruedas
Honda vivía años de total dominio en la Fórmula 1, pero no
tenia en la calle un coche que luciese ese mismo pedigrí de competición que
destilaba la marca y decidió poner fin a esto dando a luz a un
deportivo que reuniese todo el saber hacer de los ingenieros de Honda. Así
nació el NSX.
Diseñado por Pininfarina, su estética es una de las más
representativas de los deportivos de finales de siglo: agresivo, de cuerpo
achaparrado y formas redondeadas, faros escamoteables… y esa zaga que es
sencillamente brillante. Puro caviar para los ojos.
En el desarrollo del New
Sportscar eXperimental participaron Saturu Nakajima - uno de los mejores pilotos japoneses de
todos los tiempos, también conocido como The Honda Man- , Bobby Rahal y el eterno e irrepetible
Ayrton Senna, el cual nos dejó un vídeo para la historia volando por Suzuka con
un NSX mientras hacía magia en los pedales. Ah, y con mocasines.
Fue el primer coche con un monocasco enteramente de alumino,
ahorrando 200 kg respecto al equivalente de acero. Otras innovaciones como las
bielas de titanio y el sistema VTEC de Honda permitían al motor, inicialmente
un tres litros V6 de 274 CV también de aluminio, llegar a muy altas
revoluciones con facilidad. Era además un coche fantástico en curva gracias a
su buena rigidez y a su bajo peso, de 1350kg en la versión estándar y solo 1230
en el NSX-R, su versión más deportiva de las muchas que tuvo.
Vamos con más cifras: de 0-100 km/h en escasos cinco
segundos. Velocidad máxima de 275 km/h. ¿El cuarto de milla? Se lo ventila en
trece segundos y medio. Todo por once millones y medio de las antiguas pesetas,
cuando sus rivales costaban casi diecisiete millones.
Curiosamente, su éxito en competición fue relativo: anó dos años la categoría GT500 en el Super GT japonés, en 2000 y 2007, e hicieron lo propio en 2004 en la categoría GT300. Fuera del archipiélago nipón, triunfó en las 24 horas de Le Mans, donde ganó un año la categoría GT2, finalizando octavo en la clasificación general.
Rizar el rizo
En 2002 Honda somete a un lavado de cara al NSX convirtiéndolo,
si no lo era ya, en un coche inmortal. Inolvidable esa imagen frontal
especialmente para los que crecimos jugando al Gran Turismo: si los faros
desplegables le sentaban bien, esos nuevos ojos bien abiertos le rompen a uno
el corazón al no poder contemplarlo en persona. Lo cierto es que estéticamente
el cambio no fue para nada profundo, pero ¿acaso era posible mejorar más al
viejo NSX?
El propulsor del nuevo era el mismo V6 de 3.2 litros que ya se introdujera en 1997 pero con 10 CV más, llegando a 290. De él, al igual que del anterior, se escribieron maravillas: perfectamente utilizable en el día a día y salvaje cuando se le exige lo máximo. Lineal y elástico hasta lo absurdo -en este caso lo absurdo son 8.000rpm- y con unos consumos casi de coche normal, concretamente 8,3 litros cada cien kilómetros a una velocidad sostenida de 90 km/h.
El propulsor del nuevo era el mismo V6 de 3.2 litros que ya se introdujera en 1997 pero con 10 CV más, llegando a 290. De él, al igual que del anterior, se escribieron maravillas: perfectamente utilizable en el día a día y salvaje cuando se le exige lo máximo. Lineal y elástico hasta lo absurdo -en este caso lo absurdo son 8.000rpm- y con unos consumos casi de coche normal, concretamente 8,3 litros cada cien kilómetros a una velocidad sostenida de 90 km/h.
El NSX dejó de producirse en 2005, pero no os pongáis tristes ni melancólicos que bien conocida es la intención de Honda de traerlo de vuelta a la vida. De hecho existe un prototipo y hasta se le ha puesto fecha para su llegada a la competición. Por el momento solo se conoce su diseño preliminar y que levará tecnología híbrida. Dios quiera que hagan un coche tan asombroso como el anterior y no se queden a medias.
Fantásticamente equipado pero a la vez ligero. Cómodo, seguro, un deportivo de raza pero válido para el día a día, apasionante a medida que se acerca al corte, un sonido que ni la filarmónica de Londres, un bastidor perfecto, una capacidad de tracción asombrosa, con una mecánica muy fiable… El resultado del talento de los más brillantes trabajadores de Honda, escogidos entre lo mejor de cada área para fabricar –lo digo sin temor a equivocarme- uno de los mejores coches de la historia. Mi reino por conducir uno de estos.
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