Vamos con la última parte del especial de invierno. En la primera parte nos centramos en los neumáticos de invierno, inútiles si vives en Sevilla pero más que recomendables si tu casa esta de Toledo para arriba. En la segunda hicimos hincapié en la importancia de ser cuidadosos cuando hay agua sobre el asfalto y aprendimos cómo reaccionar si nos vemos inmersos -nunca mejor dicho- en un gran charco y sufrimos aquaplaning. En esta tercera entrega vamos hablar de los dos elementos más intrínsecamente ligado al invierno: la nieve y el hielo.
¿Miedo? ¿A qué?
He de confesar que no estoy de acuerdo con el excesivo respeto que mucha gente tiene al blanco elemento. En muchas partes de Europa conviven con la nieve varios meses al año y ahí siguen, inasequibles al desaliento, llevando a cabo las tareas del día a día como si del 10 de agosto se tratase. Simplemente usan neumáticos de clavos, van más despacio y son conscientes de qué se puede hacer y cuándo se puede hacer.
Conocer el entorno es muy importante siempre pero lo es especialmente cuando hay nieve. Pienso que no tiene nada de malo probar en una situación que no entrañe peligro alguno -una larga y solitaria recta, un parking vacío- hasta qué punto disponemos de adherencia. Nos servirá para saber cuánto necesitamos para detenernos ajustar con más precisión la velocidad, o conocer con precisión el punto en el que los neumáticos pierden agarre lateral. Así, cuando circulemos de verdad, no nos llevaremos las manos a la cabeza cuando, por ejemplo, salte el ABS -aunque no lo creáis, hay mucha gente que se asusta cuando el pedal del ABS vibra e incluso levantan el pie del freno- .
No es normal encontrarse con nieve de repente salvo que estemos ascendiendo un puerto de montaña, así que dispondremos de tiempo para tomar medidas. Cuando empiece a cubrirse todo, habrá que procurar ir en la medida de lo posible dentro de las roderas dejadas por otros coches, aumentar distancias de seguridad y moderar mucho la velocidad.
Si bien disponer de ABS nos permitirá mantener en buena medida la direccionalidad y el control del coche, este será notablemente más lento de reacciones, como si le costase mucho esfuerzo obedecer. Respecto al ESP, a menudo se recomienda desactivarlo cuando hay nieve. Yo personalmente preferiría dejarlo conectado a no ser que, para seguir avanzando, sean imprescindibles las habilidades del conductor, es decir, cuando hay una capa de nieve considerable. Cuando se de esta situación, tendremos que ser delicadísimos con el freno y el acelerador y circular en la marcha más larga posible. Para salir desde parado, puede funcionar salir en segunda picando un poco de embrague. A mayor suavidad, mejor agarre.
En los puertos de montaña, si encontramos nieve lejos del punto más alto y no llevamos un 4x4, lo más probable es que no vayamos a conseguir pasar. Si contamos con ruedas de nieve se puede intentar, también si tenemos cadenas, pero ojo: poner las cadenas -las tradicionales- a varios grados bajo cero y con nieve en la carretera no es algo para lo que valga todo el mundo. Recuerdo haber “ayudado” de pequeño a mi padre -un tio duro, de la vieja escuela- a ponerlas y la imagen de sus manos congeladas y el dolor en su cara son difíciles de olvidar. Por eso resulta difícil ver en las cadenas una solución viable a no ser que seamos unos pequeños McGyver.
¿Y qué pasa con el hielo?
El hielo no tiene porqué ser una capa trasparente de agua congelada que brilla. El hielo puede ser también una fina capa de escarcha apenas visible, o una capa de nieve blanca pisada pero muy endurecida por una helada previa, un riachuelo que cruce la calzada y se haya helado. Lo normal es que el hielo nos pille un poco por sorpresa. Sin embargo, aunque a menudo no se pueda ver a tiempo, se puede intuir: temperatura inferior a tres grados, zonas sombrías donde el sol no entra en todo el día, días soleados que han provocado mucho deshielo para volver a convertirse en hielo al caer la noche… todo esto son síntomas de que puede estar ahí.
¿Y qué pasa si el coche pierde adherencia en una curva? Pues depende. Sí lo que nos ocurre es que las ruedas delanteras pierden agarre, estaremos sufriendo subviraje: el coche gira menos de lo que le indicamos con el volante. Si no es excesivo, el subviraje es relativamente fácil de controlar levantando el pie del acelerador, manejando el volante con mucha suavidad y teniendo un poco de pericia.
Si el agarre lo perdemos en las ruedas posteriores, el coche empezará a sobrevirar. Lo que intentaremos será hacer contravolante -girar en la dirección hacia la que se nos va “el culo”- , no frenar para que la parte trasera no adelante a la delantera y rezar para que al recuperar el agarre no suframos un latigazo que nos haga perder con control del coche.
En resumidas cuentas, y sintetizando los tres artículos del especial de invierno: olvidaos de las cadenas y pasaos a los neumáticos de invierno, mucho cuidado con lluvia y, si hay nieve, en segunda y tercera muy tranquilamente hasta llegar al destino. Y por supuesto, aprovecha la nieve para divertirte y aprender técnicas de conducción en algún lugar apartado. ¡Feliz navidad!
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