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PRUEBA: 1991 LAND ROVER DEFENDER 90 TDI (parte 1)



Toca una prueba de esas que gustan escribir, de las que se disfrutan. El coche que nos ocupa no es ningún superdeportivo, ni una berlina lujosa. Ni siquiera es un coche relativamente común que pueda interesar a un gran número de personas. Pero es innegable que hay pocos tan especiales como este.

Seguramente muchos ya adivinasteis en el teaser  -no era muy difícil-  que se trataba del Land Rover Defender. Probar este coche  -aunque ya lo tenía un poco "catado" de mucho antes-  no me ha costado esfuerzo, pero transmitir lo que a uno se le pasa por la cabeza al estar en él sí me ha sido francamente dificil. Como siempre, antes de empezar una advertencia: lo que veis es lo que hay. No se ha “tuneao” ninguna foto, ni evitado detalles poco estéticos. Que narices, ni siquiera se ha limpiado. No hay trampa ni cartón, el coche es tal y como se aprecia, tras 21 años de durísimo trabajo que ya os detallaré más adelante. Agarraos, que empezamos.

Una larga y exitosa historia

Land Rover 90
El Defender como tal nació en 1983, sucediendo al clásico Land Rover de toda la vida. Inicialmente llamados 90 y 110, en función de la batalla escogida, en 1989 se comenzó a desarrollar paralelamente un tercer modelo  -el Discovery-  y para evitar confusiones, se renombraron como Defender 90, 110 o 130. 

Tenía motor longitudinal y tracción trasera o total permanente derivada del Range Rover. Poseía un robustísimo chasis de largueros y una novedosa carrocería de aluminio. Se eliminaron las ballestas en favor de muelles, mejorando la comodidad y los movimientos del eje. El interior, con varios cambios respecto a su antecesor, siguió siendo muy sencillo, funcional y hecho para durar. El equipamiento, del que hablaremos mas tarde, se reducía a… radiocassette.

Sus propulsores, entre el 83 y el 90  -año en el que se renovó-  fueron varios, destacando los gasolina 2.25 litros de 75 cv y sus posteriores evoluciones  -2.5 de 83 cv y 3.5 V8 de 113 y 134-  . Los diesel fueron un 2.25 de 62 y 68 cv y un 2.5 de 85.


El cambio más significativo llegó en 1990 cuando se renombró como Defender. Aparte de retoques estéticos y diversas mejoras, se introdujo el brillante motor 200tdi, un cuatro cilindros, dos litros y medio con 107 cv de potencia y 264NM de par máximo. Significó en cierto modo el empujón definitivo que necesitaba para desenvolverse bien en cualquier condición. Por si fuera poco, el paso del tiempo lo ha convertido en el indestructible motor que se considera hoy.


Dos y cuatro puertas, pick up, techo duro desmontable… son varias las versiones de este todoterreno. Es tal su valor y tan excelentes sus capacidades  -las veremos más adelante-  que ha sido ámpliamente utilizado por ejércitos, bomberos, equipos de rescate y de respuesta a emergencias, trabajadores agrícolas, transporte en terrenos y climatologías extremas, policía, gobiernos, seguridad privada…  Es un coche que prácticamente no tiene rival en su terreno. Quizá el Mercedes clase G, Suzuki Samurai o Lada Niva suelan ser comparados, pero en mi opinión ninguno es tan completo y brillante como lo es el Defender.

Os dejo una ración de Camel Trophy para que juzguéis vosotros mismos.


El coche

A nivel estético no hay mucho que decir, salvo que el jefe de diseño del Defender es el tío más vago del mundo. Su apariencia apenas si ha cambiado en 20 años y te puede gustar o no. A mí personalmente me agrada por dos sencillas razones: tiene un estilo inmediatamente reconocible y encontrar algo parecido es harto complicado. Es original como pocos.


El Land Rover que hemos probado es de un color blanco que ha envejecido muy bien, cualquier cosa que veais de otro color es solo suciedad. Aunque sobre decirlo, este coche ha dormido a la intemperie durante más de 20 fríos inviernos del norte de España, y ha trabajado durante horas y horas bajo el inclemente sol de los Picos de Europa. Pese a esto, se mantiene en forma.

Tiene tantos y tan diferenciadores detalles… El sencillo frontal, casi amenazador, con ópticas redondas, luces de posición e intermitentes independientes  -abombadas y sin integrar-  , la sencilla rejilla, esa defensa de acero casi irrompible, la ventanillas redondeadas en las aristas del techo que contrastan con las formas cuadradas de la carrocería, los pasos de rueda, muy prominentes y de un plástico gomoso flexible... o la propia carrocería, con todos sus remaches a la vista. Lo que en cualquier otro coche sería un atentado al buen gusto, en este transmiten robustez, fiabilidad y fuerza.

Interior y equipamiento

Este apartado va a ser más bien corto, pues el Defender es ciertamente espartano. No tiene dirección asistida, ni elevalunas eléctricos, ni cierre centralizado. Tiene radiocassette, luz interior y una cuadro de instrumentos con tres esferas para velocidad, temperatura del agua y gasolina. El resto son lucecitas para problemas diversos e indicadores de luces. Tambien posee una potente calefacción, pero lo mejor es su particular “aire acondicionado”: una palanca acciona una tapa situada fuera, bajo el parabrisas, levantándola y permitiendo el paso del aire. Creedme cuando digo que lo permite con creces! Hay pocos pero enormes huecos donde dejar cosas, destacando el pequeño baúl que hay entre los asientos delanteros.

Los materiales utilizados en todo el interior son plásticos muy duros que resisten el paso del tiempo como pocos. Eso sí, conviene no golpearse contra ellos. Los ajustes no son todo lo malos que cabría esperar. El salpicadero produce algunos ruidos cuando se circula rápido por pistas bacheadas, cosa que personalmente, creo que le ocurriría hasta al mejor BMW.

La habitabilidad delantera es buena, aunque el parabrisas esta bastante cerca. Los asientos son más bien dos colchonetas situadas sobre un escalón. Son duros por el escaso mullido y no destacan por su comodidad, pero recogen bien el cuerpo, especialmente el respaldo.

Algo muy característico de este Land Rover y que solo entiende quien lo ha conducido es lo aplastado que se va contra la puerta, tanto que en algunas maniobras con el volante nos golpearemos contra ella. Tampoco hay reposapiés ya que no hay sitio a la izquierda del embrague  -pedal que, por cierto, está duro como una piedra-  .


Los asientos traseros son como el motor, longitudinales en lugar de transversales. Son en realidad dos bancos  -dos personas por banco-  con una gruesa colchoneta que, en caso de ir desocupados, pueden plegarse de un manotazo y aumentar así el volumen de carga. Todo un ejercicio de practicidad, aunque no de seguridad, pues no hay sistema de sujeción alguno.


Huelga decir que prescinde de todo sistema tipo ABS, ESP, ETC y demás sistemas de seguridad activa, ¿verdad?

En la segunda parte pondremos en marcha el motor y nos daremos una vuelta no solo por carretera, si no por pistas forestales y angostos pasos. ¡No os lo podéis perder!

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